viernes, 23 de noviembre de 2007

El otro lugar

Siempre creemos que se está mejor en el sitio donde no estamos. Esta ansiedad contínua que discurre desde la peregrinación a la Tierra Prometida o la utopía de la casita en el campo, nos hace más daño de lo que se cree. El espacio ausente cae sobre el presente como una bomba que perjudica su continuidad. Cualquier queja sobre la situación que vivimos sólo parece que hallará su solución absoluta cuando cambie la situación y ¿quién no sospecha que su situación ha empeorado de tal modo por continuar aquí? Fugarse, escapar, decir adiós a todo esto, componen la constelación de exclamaciones que pugnan por hacer efectiva la traslación. Seríamos otros en otra parte y la otra parte será siempre aquella porción ideal que nos hace sufrir con su ausencia.

La presencia, sin embargo, de esa ausencia constituye aquello a lo que más habrá que temer porque el día en que el ámbito ideal se posee sobre el ámbito real habrá terminado nuestro mundo. Entendiendo por nuestro mundo, por el mundo humano, al par compuesto por la vigilia y el sueño, el sentido común y el delirio, lo patente y lo latente, el dolor y su fantasía de curación.

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