martes, 16 de septiembre de 2008

La economía de la felicidad

En una encuesta* realizada a unos estudiantes de Harvard se les preguntó si preferían ganar 50.000 dólares al año y los demás 25.000 o bien ganar 100.000 y los demás 250.000. La mayoría eligió la primera opción. ¿Qué verdad económica subyace en esta intrigante historia?

En los años 70 el economista neoyorkino Richard Easterlin observó que la felicidad en las naciones más ricas, una vez superado un determinado nivel de renta, no se incrementaba como consecuencia de unos mayores ingresos (“paradoja de Easterlin”). ¿Por qué? Habría que esperar. Más recientemente, se descubrió que la felicidad se corresponde con la actividad de la zona frontal izquierda del cerebro. Ahora sí. Una vez que las máquinas son capaces de medir estas actividades cerebrales, y obtener datos a partir de muestras de población segmentada por diferentes circunstancias (como la renta), los economistas se pusieron manos a la obra para analizar qué nos transmitían estos datos, generando un novedoso campo de investigación académica. En 2008, profesores de Wharton demostraron que la renta sí que actuaba como un poderoso factor correlacionado con la felicidad, pero lo cierto es que cabría matizar este planteamiento con dos poderosos avisos:

Primero, el dinero puede emplearse en comparar, no en comprar, en cuyo caso podemos caer en un círculo de infelicidad. Recuerden el caso del inicio. El economista inglés Richard Layard, catedrático de Leicester, escribió un apasionante libro** en el que intenta profundizar en los planteamientos de Easterlin con una curiosa proposición: una vez que el ser humano cubre unas necesidades básicas (que fija en 15.000 dólares), el dinero se emplea cada vez más para compararse con los demás. Así, las series de felicidad con las que ha trabajado Layard demuestran que bienes como un coche de lujo proporcionan una felicidad pasajera: en el momento en el que nuestro vecino adquiere un automóvil similar al nuestro la felicidad obtenida se anula. En ese instante el ser humano intenta volver a distinguirse adquiriendo otro objeto de mayor valor. Para lograr los recursos económicos se emplean más y más horas de trabajo, y una vez obtenido el nuevo bien se genera otra felicidad pasajera que acaba desembocando en un peligroso círculo vicioso: al trabajar más y más horas se sacrifican otras fuentes de felicidad (que exponemos más adelante), con el paradójico resultado de que la felicidad final puede resultar inferior a la que se disfrutaba al inicio de tan dramática carrera. Tal y como el autor afirma “una de las mayores fuentes de infelicidad es la comparación con los demás”. Como el ser humano tiende a fijarse en los bienes de aquél que le supera, la insatisfacción permanente nos acarrea una frustración endémica de difícil combate.

Segundo, un más elevado nivel de renta genera pronto una adaptación del individuo a este nivel de vida más alto, sacrificando rápidamente la mayor felicidad conseguida. De ahí que la satisfacción laboral esté más relacionada con los cambios de sueldo que con el nivel salarial ***.

¿Cuáles son los siete factores que más felicidad generan según se desprende de las regresiones que han llevado a cabo los economistas? El dinero, la salud y la calidad del trabajo son tres, y en los tres nuestras sociedades han sabido encontrar un buen equilibrio. Las otras cuatro restantes son más intrigantes: las relaciones familiares (esencialmente la pareja), las sociales (contribuir al bien común mediante la solidaridad), los valores personales (éticos y/o religiosos) y la libertad personal (este factor explica que en las dictaduras comunistas la gente sea más infeliz que en democracias con un nivel de renta similar). La escalofriante pregunta es: ¿sacrificamos estos últimos cuatro factores con el objetivo de lograr más renta para así comprar más y compararnos mejor? Desgraciadamente puede que respondamos con una occidental afirmación.

Quizás algo en lo más íntimo de nosotros se rebele frente a estos datos y luche por justificar nuestras decisiones. A esa parte de nosotros les ofrezco un dato olímpico que da título al excelente libro de paradojas de Manuel Conthe****: los deportistas que ganan las medallas de bronce son más felices que los que obtienen la medalla de plata.

El que quiera entender que entienda.

* Is More Always Better? A Survey on Positional Concerns, Solnick y Hemenway, Journal of Economic Behavior and Organization, Volume 37, 1998
** La felicidad, lecciones de una nueva ciencia, Taurus, 2005.
*** Véase el excelente estudio de los profesores de la UCLA y del IESE, Sarin y Baucells, “Con más dinero: ¿se puede comprar más felicidad?”, IESE, Febrero 2007,
**** La paradoja del bronce, Crítica, 2007. Esta paradoja fue enunciada por primera vez por Victoria Medvev.

http://www.cotizalia.com/cache/2008/09/10/opinion_20_economia_felicidad.html

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